Miedo al Debate

Marzo 2010

Es probable que el más demoledor argumento que pueda esgrimirse en demérito de nuestro sistema de elección de estadistas, se halle en que la mayoría de los electores habilitados carecen de libertad de entendimiento.

Nadie niega ya que la Argentina, a pesar de su enorme potencial, se hunde lentamente desde los años que siguieron a nuestro apogeo, en el Centenario (1910), cuando una real generalización del voto y la falta de liderazgo inteligente precipitaron el abandono del orden legal y económico liberal que nos venía elevando, de la mano de una élite.

Como en su momento advirtió Carlos Pellegrini “Lo que importaba y urgía antes de emancipar la masa electoral, era educarla y formar su criterio. Faltando esta condición previa, la libertad, puesta al servicio de la ignorancia, equivalía a un arma de fuego en manos de un niño: en lugar de la anarquía contra la ley se tendría la anarquía según la ley”. Que fue lo que, precisamente, nos sucedió.

La mayoría de las personas rehúye un debate de ideas de este calibre, porque lo consideran “políticamente incorrecto” y porque temen que sus conclusiones, llevadas a la fecha actual, las pongan en un callejón conceptual sin salida, de difícil digestión.
Sin embargo, para que una democracia no colapse con el tiempo, esa libertad de entendimiento, ilustración básica, madurez cívica o inteligencia social debe ser anterior al voto universal.

Nuestro pueblo sigue sin ser libre ya que tras los primeros tropiezos de esa turbulenta democracia de masas, el cuerpo social dio por tierra al quebrarse el orden constitucional con la irrupción del fascismo cívico-militar en el primer golpe, del año 1930.
La idea corporativa barrió definitivamente con la idea librecambista de mercado abierto, configurando un estrecho ataúd económico cuya tapa quedó bien remachada por el subsiguiente régimen peronista entre las décadas del 40 y 50.
La asfixia de la producción competitiva se mantuvo con imperceptibles altibajos hasta el día de hoy, constituyendo un mito muy pintoresco, por cierto, aquel que sostiene que la tapa del ataúd fascista se levantó para confirmar el fracaso liberal, con las duplas Videla/Martínez de Hoz y Menem/Cavallo.
Los remaches corporativos, por el contrario, siguieron firmes en su sitio y esto siguió garantizando educación-basura (vacía de valores evolucionados) para las mayorías mantenidas en la pobreza, lo que a su vez sirvió de reaseguro a la oligarquía política, en su tarea de impedir la formación inteligente y civilizada de criterios que pretendía Pellegrini.

La marea avanzó demasiado como para empezar a hablar ahora de voto calificado, teniendo en cuenta que para emitir aquí un sufragio válido no es necesario siquiera saber leer y escribir. Y teniendo en cuenta también que los grados universitarios de los dirigentes de este último siglo no fueron óbice para la estúpida sucesión de agujeros que afanosamente taladraron en el piso de nuestro propio barco.

El presente gobierno, además, viene estimulando desde hace más de seis años un clima de intolerancia, persecución económica, división y odio; de venganza sucia, envidia y tergiversación de valores (como son la cultura del trabajo honrado y la vergüenza por el parasitismo social). Lograron reavivar así, por bestial conveniencia, la insensata polarización que tantas veces en la historia bloqueó el despegue de nuestra economía, y que tuvo su paroxismo de desunión en la época del “5 por 1”, del “alambre de fardo para ahorcar opositores” y de la quema de iglesias.

Pulsiones rabiosamente destructivas que han calado otra vez en el alma de muchos argentinos, con preocupante influencia sobre el arco del 70 % “no kirchnerista”, que también se sienta sobre la tapa del ataúd corporativo con el credo socialista: anti-producción competitiva y acogotamiento impositivo-reglamentario.

Todo lo cual no exime a los ciudadanos pensantes formadores de opinión de superar su miedo al debate de opciones de fondo. Aunque se trate de opciones de largo plazo, para orientar a las mayorías en la buena dirección. Adelantándonos otra vez, como hace cien años, a la tendencia mundial. Porque el desacuerdo extremo, la furia creciente alimentada por el convencimiento en cada bando de que sus derechos están siendo pisoteados, podrían acabar en alguna clase de enfrentamiento civil armado de autodefensa que haga colapsar lo que queda de nuestro ordenamiento social.

La manera inteligente de desactivar las tensiones anulándolas para siempre, pasa por la lógica de la cooperación voluntaria.
Dos países pueden alejar el espectro de una guerra interconectando sus sociedades con redes comerciales, de negocios, apertura económica y cooperación creciente de mutua conveniencia. Dos personas, dos grupos o dos bandos también.

Nuestro Estado intervencionista, metido en el medio de todos y de todo, azuza la discordia con leyes discriminadoras, corrupción descarada, y ventajas indignantes para quienes lo apoyan. Podríamos decir, parodiando a Bill Clinton: “es el sistema, estúpido”.

Las tendencias cooperativas y voluntarias de largo plazo son, en cambio, el debilitamiento progresivo de la violencia de las democracias numéricas y sus fronteras arbitrarias, la apertura comercial e inmigratoria entre los pueblos, la globalización de códigos, la fusión multirracial y multicultural o el avance de comunidades libres de la mano de alta tecnología informática y de seguridad, con el poder que da el dinero fluyendo en comunidades liberadas del agobio de políticos ladrones.
Toda acción conducente a este revolucionario shock de prosperidad y no discriminación, nos sirve.

Otros pueblos lo van comprendiendo. ¿Queremos un ejemplo concreto? El partido Movimiento Libertario de Costa Rica, con su mensaje de libertades individuales, libre comercio, Estado mínimo y economía del conocimiento para la riqueza popular logró más del 8 % de los votos presidenciales en las elecciones generales habidas en el 2006 y acaba de obtener más del 20 % con su candidato a presidente en las recientes elecciones 2010. ¿Son alienígenas…o fríos anglosajones nórdicos acaso? No. Hablan castellano igual que nosotros y se nos parecen bastante.

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