Historias de Familia

Noviembre 2010

Quienes apoyan el “modelo” del actual gobierno peronista (en su tránsito por los mismos laberintos sin salida en que se perdieron los 26 gobiernos anteriores), pueden asimilarse al caso de aquella familia formada por padres poco afectos al trabajo, con hijos estudiantes crónicos e inclinados a la parranda que pretende, a pesar de todo, el derecho a vivir siempre bien surtida. Recurren para ello al “fiado” del almacén más cercano y cuando les cierran la cuenta por falta de pago, hacen lo propio con el que está unas cuadras más allá.

Situación imaginaria que se corresponde con el caso real de la maraña de subsidios cruzados con que el Estado subvenciona a empresas y particulares -a guisa de alimentación endovenosa- “fiándoles” cierta renta para mantener con vida la actividad económica. Y ello a pesar del impresionante “viento de cola” externo, dado por la gran disponibilidad de capitales y los altos precios con fuerte demanda de materias primas y alimentos procesados.

La familia de esta historia pasa así sus meses viviendo de la estafa a almacenes y tiendas cada vez más alejadas, hasta agotar el stock de comerciantes crédulos de la ciudad. Cortado el abastecimiento de vituallas, lejos de empezar a trabajar y estudiar arman una banda con la familia vecina y se enmascaran para obtener dinero dedicándose al asalto de transeúntes, casas y empresas.
Equivalente real: la impositiva carga de retenciones a la gente del agro y el gobierno aumenta la intervención subsidiando a Aerolíneas, al fútbol, a las cooperativas estatales “de trabajo” etc.

Cuando el dinero se les acaba y ya asumidas como delincuentes, nuestras familias (con ayuda de vecinos de la villa de emergencia crecida detrás de unas vías cercanas), organizan piquetes, bloquean y amenazan a tres supermercados, una textil de indumentaria y dos estaciones de servicio exigiendo la entrega quincenal y gratuita de productos a la jefatura piquetera.
Realidad del modelo: nos encontramos aquí en la etapa de confiscación de jubilaciones privadas y de otorgamiento de millones de pensiones a personas que nunca aportaron.

Pasa el tiempo y muchos hijos de estos “ciudadanos” dejan la escuela para unirse a las actividades de sus padres, formando nuevas bandas dedicadas al robo de bancos y depósitos por toda de ciudad. Las profesiones de barrabrava, traficante, piquetero y puntero de conurbanos pasan a ser actividades en alza que incorporan trabajos entretenidos, bien remunerados y que no exigen calificación de estudios. Paliando así una desocupación que aumenta, al compás del éxodo financiero de la gente de bien.
Traducción real de esta última parte: el gobierno aumenta el impuesto inflacionario, cede más espacio al sindicalismo mafioso o saquea la Anses y el Banco Central para seguir emparchando su ingeniería socio económica coactiva. Un modelo que no cierra; que falla desde el vamos como todo lo progresista, por simple insuficiencia de incentivos e inversiones.

Mas si de algo podemos estar seguros es que hoy todo apunta a la esperanza oficialista: llegar de pie a las elecciones del 2011 merced a la transfusión selectiva del dinero así robado (vampirizado a la producción), bajo la forma de “planes”, favores y dádivas a potenciales clientes de urna.

Epílogo de la historia: el discurso de división y odio revanchista que adorna esta “píldora” es anecdótico; es carne de “gilada” y mero veneno social disolvente. Lo importante para ellos es conservar el poder que les asegure impunidad judicial y más oportunidad de negocios corruptos. El mismo dinero sucio en cifras suficientemente abultadas les dará protección anti-cárcel, piensan, en un futuro más distante.

Y no nos llamemos a engaño: otros peronistas, radico-socialistas y militares no han sido más que el mismo perro con distinto collar. Sus comparsas de incompetentes recorrieron idénticos callejones sin salida con diferentes músicas y disfraces. Para conducirnos, cada 10 años, a esa crisis que termina dejando a nuestra Argentina, una y otra vez, un escalón más abajo.

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