Féminas Violentas


Mayo 2012

Son demasiadas las mujeres argentinas que, tras la máscara de suavidad de trato, protección de valores familiares y generosidad social, esconden una dura bestia agazapada.

Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, por caso, constituyen un transparente “botón de muestra” de tal actitud.
Cientos de miles de ciudadanas las apoyan, por cierto, solidarizándose más allá de la extensa y costosa red de corrupción edilicia, educativa y de empleo estatal de la que ellas, sus hijos y entenados son usufructuantes.
Y sabiendo, además, que dentro y detrás de los 8.961 desaparecidos (desde luego injustificables) registrados en los ‘80 por la comisión de notables del Nunca Más (CONADEP), existan numerosos casos de fraude y toda una industria con enormes negocios indemnizatorios de absoluto privilegio.

Las apoyan aún sabiendo que para la mayoría de esos desaparecidos, el ataque terrorista como método para modificar situaciones dadas de pobreza, el forzamiento totalitario, la deshonestidad intelectual, las psicopatías asesinas o la intolerancia cultural y económica por simple incapacidad o envidia no fueron actitudes nacidas de un repollo. Antes bien, que se trató de pulsiones de grave resentimiento e incivilidad, cultivadas bajo responsabilidad parental desde la cuna.
Y las apoyan aún sabiendo -o al menos presumiendo- que tales “situaciones dadas de pobreza” coinciden en su génesis y desarrollo, día por día, con el abandono del sistema liberal-capitalista que iba elevando a la Argentina en el top ten mundial de la riqueza… y  la adopción, a partir de los años ‘40 y hasta hoy, del sistema social-corporativo (o nacional-populista) que nos descendiera hasta el pelotón de cola de los países más injustos y atrasados.

Como también son centenares de miles las mujeres que veneran la imagen de ese ícono de los derechos humanos “a la argentina”, el Che Guevara. Aún sabiendo (o al menos presumiendo) que fue actor responsable y directo de más de 160 asesinatos a sangre fría documentados, con nombre y apellido (y de muchos otros torturados y desaparecidos a juicio sumario sin documentar), desde su puesto oficial de dirigente socialista y comandante de campo de concentración.

A diario nos cruzamos, entonces, con madres y abuelas bifrontes que de un lado son imágenes de amor, paz, comprensión del dolor ajeno y adhesión a los principios de la no violencia y que por otro, apoyan a dirigentes que militan abiertamente en favor del odio y del atropello. En favor de la violencia verbal, del abuso de poder y de todas sus lacras conexas, financiadas por la más brutal (y contraproducente) confiscación de bienes ajenos para uso clientelista, bajo pretexto impositivo.
Dirigentes políticos que en aras de su “negocio” mantienen apretados los botones totalitarios de la inseguridad jurídica y de la asfixia económico-reglamentaria sobre actividades enteras. Y por tanto también el comunizante botón rojo de la muerte: el de las carencias,  sufrimientos y malnutrición crónica, determinantes de tantas enfermedades que amargan y abrevian la vida de las etnias y los miembros más débiles de la comunidad.

Padecimientos todos y frenos al bienestar debidos en gran parte al soporte electoral y de opinión que todas estas damas brindan a tales actitudes: duras, regresivas y violentas. Más explicables por vía de algún sucio reflujo vengativo que por la expresión de una solidaridad evolucionada.
Un increíble (por lo salvaje) apoyo femenino a atavismos anti libre albedrío, anti-inversión y pro-coacción, furiosamente contrarios a los más elementales mandatos de nuestra Constitución en lo que respecta a federalismo, independencia de poderes, derechos y garantías sobre vidas y propiedades.

Dulces abuelas de níveos cabellos que cualquiera presumiría sabias y experimentadas defensoras del respeto y la concordia, enarbolan aquí el fusil para descerrajar un tiro a las libertades políticas… y al progreso de sus propios nietos, a través de su apoyo al aniquilamiento de casi toda “libertad de industria”, por vía del intervencionismo (ya que es sabido que la frontera de las libertades políticas pasa entre los sistemas en que las personas conservan la decisión económica y aquellos en que la pierden).
Porque la libertad de emprender -hoy obturada- es, antes que nada, la forma en que los débiles pueden enfrentarse a los fuertes; el medio de defensa de los  chicos contra los grandes. Siendo que en el balance final, el Estado dirigista siempre y sin excepción terminó usando su fuerza contra los pequeños y los indefensos, para proteger a unos cuantos poderosos: en especial políticos corruptos, empresarios cortesanos y sindicalistas millonarios.

Madres de familia que, en definitiva, incineran el futuro de sus propios hijos aportando a la hoguera del más violento nazi-fascismo (o “capitalismo” de Estado) en el gobierno.
Recordemos que con apoyos electorales parecidos a los de Cristina y Scioli, Hitler y Mussolini fueron, igual que ellos, campeones del estatismo llevando adelante masivos programas de nacionalizaciones, de altos impuestos con redistribución coactiva y de atadura de pies a todo emprendedor privado, a caballo de un reglamentarismo policial y discriminante.

No más mitos y bastones largos, por favor, señoras. Dejemos eso para los simios. Porque lo que impide un buen examen de la situación argentina actual no procede tanto de la vaciedad de las mentes, como de que estén llenas de prejuicios.
El Estado-providencia y “redistribuidor” fracasó también aquí en mil callejones sin salida desde los malhadados ’40 y quienes lo siguen votando hoy, avalan en realidad los postulados de aquel monarquismo arcaico que afirmaba el derecho de una élite a gobernar en su único provecho y en forma autoritaria… sobre un conjunto de ignorantes.


El socialismo que encandila hoy a tantas mentes en el bufo ideológico argentino, es como el brillo ilusorio que todavía nos llega desde un sol lejano… y extinto hace mucho tiempo.


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