Servidumbre, Paraíso e Infierno Fiscal

Marzo 2015

Dijo Mariano Moreno “quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”.
Y es sin duda la libertad, no la continuidad de nuestra larga servidumbre, la que nos sacará del actual letargo ético (y productivo).
Marca admirablemente este contraste el que los Kirchner y sus amigos sacaran la mayor parte de su dinero malhabido del país con destino a paraísos fiscales, confirmando que la Argentina es ya un infierno fiscal; una tierra de maleantes y siervos de la gleba a la que nadie quiere ingresar.

La represión que asegura nuestra servidumbre se verifica no sólo en la violencia verbal del actual régimen con sus amenazas extorsivas, tan características de las democracias no republicanas. Se ve también en las innúmeras regulaciones y en los cepos que reducen el derecho de propiedad a su mínima expresión, inhibiendo emprendimientos e inversiones. Y se confirma en la violencia impositiva (hoy abiertamente confiscatoria; a nivel saqueo en algunas actividades como es el caso del agro, al que se le quita más del 75 % de la renta) que constituye un caso de terrorismo de Estado fiscal de claro espíritu esclavista.

Una represión cuyo resultado visible es el buen pasar de una oligarquía de parásitos y ladrones encaramados al Estado, viviendo a costillas de una masa de esclavos que labora sin paga durante más de 6 meses al año para sostenerlos. Porque contrario a lo afirmado por la presidente con respecto a que la presión fiscal es del 31,2 % del PBI, la misma supera en verdad el 50 % para los que pagan siendo que más del 40 % del trabajo en nuestro país opera en negro. Para no hablar de las estafas símil-tributarias de la inflación, del vaciamiento previsional (AFJP y Anses) y del Banco Central.

En las antípodas, la condición de “libertad peligrosa” a la que aludía Moreno sería hoy el marco de seguridad jurídica que estimulara el surgimiento de un mercado abierto y competitivo que repartiese de una buena vez la riqueza nacional entre el pueblo llano, ordenando los resultados en base al mérito, a la eficiencia y a la protección patrimonial de lo logrado. Extendiendo a todos el goce pleno de los más amplios derechos de propiedad.
Algo que significaría el fin de la prepotencia de los amos (sean estos estatales o privados) y el comienzo de la emancipación para personas frustradas de todas las clases, que tengan voluntad de superación. Que tengan hambre de progreso sustentable y por derecha para ellos y para sus familias.

Hoy como en 1810, la fórmula sigue siendo simple: más sociedad, igualdad de trato y honradez con menos Estado, privilegios de trato y corrupción. O lo que es igual, más mercado y menos autoritarismo; más libertad de industria y de elevación individual con menos castigo al exitoso por ignorancia… o envidia.

En el camino que va del infierno al paraíso fiscal la Argentina debe hallar su sitio cerca de la entrada de este último destino. En el límite mismo, de ser posible. Usando nuestra proverbial creatividad (o viveza criolla bien entendida, si se quiere; la misma que usaron los conservadores catapultando a nuestro país de mendigo a millonario entre fines del siglo XIX y principios del XX) para captar la máxima cantidad de ventajas de dicha situación relativa con el mínimo de sus inconvenientes.
Ya que lo que Mariano Moreno veía de peligroso en la libertad (la posibilidad de caer en manos de mafias tan mentirosas como explotadoras) forma parte de la realidad diaria de nuestra sociedad, tan proclive a apoyar izquierdismos. A alinearse en la utopía infantil de un Estado maternal que la releve de responsabilidades; vale decir, a encolumnarse en el sueño cobarde de esa “servidumbre tranquila” despreciada por el prócer.

Un desprecio inteligente. Más aún, visionario habida cuenta de lo que podemos ver hoy a nuestro alrededor con sólo girar la cabeza: las sociedades que menos crecen, las que enfrentan las más graves crisis de deuda y empantanamiento productivo, son las que tienen los mayores y más costosos Estados paternalistas o “benefactores” disminuyendo el rango de los derechos de propiedad y disposición de bienes de sus ciudadanos.
Mientras que las sociedades que más crecen, las que registran mayor afluencia de capitales y emprendedores, las que tienen más millonarios per cápita, mejores empleos, super-ciudades inteligentes, calidad y esperanza de vida son aquellas en las que el peso del Estado disminuye más y más, abriendo paso a esa libertad peligrosa (la libertad para hacer) que Moreno anhelaba para nuestro pueblo.

Si es cierto que el órgano más sensible de los argentinos es el bolsillo, asumámoslo entonces con decisión y busquemos la máxima conveniencia popular de mediano plazo apoyando a aquellos dirigentes que se encuentren más cerca del ideal moreniano: los que propongan la más evolucionada libertad para cuestionar, crear, producir, comerciar,  ganar, pagar, contratar y disponer. Aunque tal propuesta parezca “peligrosa”.

Significaría un voto de confianza al sentido común de nuestra gente. A su natural tendencia a acercarse al paraíso fiscal buscando formas de colaboración imaginativas, más eficaces y voluntarias como modo de enfrentar los problemas comunes, para variar, en lugar de confiar en los políticos populistas de siempre. Sabelotodos que demostraron hasta el cansancio que su sistema autoritario de planificación y redistribución central atada al infierno fiscal de quienes intentan progresar es un auténtico desastre, en tanto contraproducente para todos.

Lo peligroso, hoy, es seguir apoyándolos. Seguir en la tranquila servidumbre socialista que nos estupidiza, nos frena y nos degrada.

La misma que corta todos los días las piernas a nuestro pueblo, hundiéndolo en la pobreza.





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