Un País Leming

Noviembre 2015

Los lemings son unos roedores gregarios cuyo hábitat se sitúa al norte de los continentes euro asiático y americano.
Viven en cuevas formando grandes colonias de miles de individuos y no son muy diferentes de otras familias de roedores excepción hecha de una tenebrosa peculiaridad: transcurrido cierto lapso de tiempo (usualmente cada 4 años),  la colonia entera emprende una enloquecida carrera hacia territorios desconocidos siendo común que terminen lanzándose en masa por algún acantilado para perecer todos ahogados en el mar. 

Dejemos a los zoólogos el estudio de este extraño comportamiento suicida y viajemos hacia el sur de nuestro continente para observar in situ a otra población de tendencias autodestructivas, esta vez de la especie homo sapiens.
Se trata de los votantes populistas argentinos que, como los lemings, saltan periódicamente en masa al vacío del resentimiento, la pobreza auto infligida, la violencia y el odio al éxito.

Sucede, en efecto, desde hace unos 70 años. No ya los zoólogos sino los sociólogos deberían estudiar las razones por las que una enorme cantidad de argentinos apoya en las urnas a organizaciones que ostentan una visión tan primitiva -casi cavernaria- de nuestras opciones económicas.
Buscando el pleno empleo y la mejora de los salarios reales a través de hundir con impuestos y prohibiciones al sector exitoso de la economía para subsidiar al sector incompetente, tras la idea de cerrar el país sustituyendo importaciones; intentando fabricarlo todo de cualquier manera sin tomar en cuenta nuestras ventajas comparativas.

Modelo ya obsoleto en 1945 mas claramente suicida a esta altura del siglo XXI donde sólo se salvan aquellas sociedades que orientan sus economías hacia la exportación, la integración eficiente y la especialización global.
La antigualla que nos imponen el peronismo y otros retro-progresismos criollos supone ese crecimiento de patas cortas orientado al mercado interno que una y otra vez nos lanza por el acantilado, estrellando a la Argentina contra el mar del atraso y la indigencia.

Dejando de lado las tentadoras propuestas de campaña, guste o no, el ADN peronista (en sus estilos evista, isabelista, menemista, duhaldista, kirchnerista, sciolista o… massista) impone la prepotencia como sistema dentro de un solo modo de resolver las diferencias: mediante el sometimiento a la masa por ellos manipulada. Un libreto-base que reiteran desde los ’40.
Promueve un autoritarismo paternal que desvirtúa y viola las instituciones republicanas (incluyendo tanto auditorías y sindicaturas como el funcionamiento de los poderes Legislativo y Judicial, el federalismo o la propia Constitución Nacional), suponiéndolas trampas anti populares que es necesario eludir.
Una concepción tribal, donde la adhesión al líder siempre reemplazó a los valores éticos propios de sociedades civilizadas y que resulta clave para entender por qué nos hundimos.

El ideario pejotista posee, sí, algunos “valores” constantes: des-educación pública, elevación de impuestos distorsivos y gasto clientelar, corrupción endémica, colapso sanitario, estafa previsional, endeudamiento, destrucción de la moneda y sobrevolándolo todo, una defensa cerril de intereses sectoriales aunque estos obstruyan la creación de riqueza generalizada.

Uno de estos intereses sectoriales es la corporación gremial adicta comprada por el gobierno con inmunidades, cotos de caza monopólicos y privilegios, que no representa al mundo del trabajo sino al mundo de los sindicalistas. Instituciones como los gremios, que debieran ser profesionales, con amplia libertad de afiliación y políticamente neutrales, trocan en fuerzas de choque antidemocráticas serviles a los funcionarios que los apañan.
Con dinero de aportes obligatorios o de fondos destinados a ayuda social costean grupos piqueteros de presión social que  blindan al poder político peronista por fuera de las instituciones de la república y del sistema de partidos.

El populismo argentino conforma así una organización básicamente mafiosa, vengativa, minada de envidias, prejuicios, desactualización e ignorancia. Sin moral ni sed de verdadera justicia, a quien importa menos el progreso de la patria que el mantenimiento de los privilegios de la oligarquía que forman sus líderes con gremialistas millonarios y  “empresarios” subsidio-dependientes.
La historia de estas últimas siete décadas dominadas por el justicialismo, por sus ideas o bien por su oposición destructiva, son el ejemplo palmario de cómo se despedaza un gran país haciéndolo retroceder hasta el pelotón de cola del planeta, con un inmenso costo en sufrimiento y muertes prematuras pagado, en especial, por nuestros compatriotas más desprotegidos.
Tal como lo vemos hoy y aunque siga procurando cambiar caretas, cada vez que el peronismo gobierna deja a la economía al borde del colapso y a la sociedad en estado de grave confusión y desesperanza.

Una sociedad que, engañada o no, temerosa o no, por estúpido oportunismo inmediato o no, elige esto cada 4 años no puede sino retroceder hacia la barbarie y el empobrecimiento, hacia el enfrentamiento y la disgregación, hacia el sálvese quien pueda, la indignación de los expoliados y el descrédito internacional.

La fracción pensante de nuestra ciudadanía no debería engañarse: sobre unos 25 millones de votantes en la elección del pasado mes, con más de 14 millones que lo hicieron por variantes peronistas y más de 1 millón que optaron por plataformas “de izquierda”, estamos todavía y sin duda alguna… ante un país leming.

La responsabilidad de cambiar este descalabro moral e intelectual, que asumirá el Ing. Macri con el frente Cambiemos en nombre de todos, aparece tan abrumadora… ¡como desafiante!





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